Antinucleares: ¡este NO es el momento!
Consternado por las imágenes, el mundo mira hacia Japón y exclama «¡nucleares, no!» Gracias. Eso ayuda muchísimo

La cosa está mal en Japón. Un terremoto de grado 9 en la escala Richter (1.000 veces más bestia que el que dejó Haití por los suelos), seguido de un tsunami a las pocas horas, les amargó considerablemente el viernes. Y ahora, al estado de emergencia, la falta de alimentos y agua, las zonas aisladas y la búsqueda de desaparecidos, se suma la alarma de las centrales nucleares que no han aguantado bien el golpe. Tres de las veinte que hay por allí sufren problemas; la que más, la de Fukushima Daiichi, que ya ha explotado dos veces, entre gritos de los portavoces de «tranquilos, esto es normal».
Todo esto nos lo miramos desde Occidente y, como nuestro contrato de tertuliano o nuestro nick de comentador habitual en la web del diario nos obligan a opinar, y un terremoto es difícil atribuirlo al capitalismo o a la ineptitud de Zapatero, optamos por convertir el asunto en un alegato pro energías renovables y decir: «Esto les pasa por tener nucleares.»
A lo cual, los japoneses, si no estuviesen ocupados rescatando supervivientes de entre los escombros mientras se limpian la radiación con jabón Lagarto, deberían responder: «No es el momento, ¡gilipollas!»
De acuerdo, la energía nuclear es peligrosa. Cierto, si en España hubiera un terremoto igual, parar los molinillos de los parques eólicos sería la última de nuestras preocupaciones. Claro que aquí el seísmo habría dejado 50 millones de muertos, ¡pero limpios de radiación! ¡Ja, ja, ja! ¡Bravo! ¡Una vez más, como en el chiste del inglés, el francés y el español, los ibéricos volvemos a erigirnos victoriosos!
Dicho esto: si pueden enviar ayuda a los afectados, o si son expertos en centrales nucleares y quieren dar ideas para evitar la inminente catástrofe en Japón, hablen. Si no, callemos nuestras putas bocas occidentales. Japón nos lo agradecerá no soplando una nube radioactiva hacia nosotros. Que lo merecemos.