¡Campanas de investidura en Sevilla!
«Juan, ¿quieres como presidenta a Susana, y prometes serle fiel en la honradez y en la corrupción, hasta que la moción de censura os separe?»
La ceremonia tuvo un momento de susto, pero todo acabó felizmente y los contrayentes pasearon su amor en coche de caballos, por las calles sevillanas, mientras el público socialista gritaba «¡Guapa, guapa, guapa!» a la flamante presidenta

Ofició la ceremonia el presidente del Parlamento autonómico y todo transcurrió con normalidad, en una Cámara abarrotada, pero en el momento cumbre de la sesión, la Presidenta por poco rompe aguas. El oficiante se dirigió así a Juan Marín, líder de Ciudadanos.
Oficiante: Juan, ¿quieres como presidenta a Susana, y prometes serle fiel en la decencia y en los falsos ERE, en la honestidad y en el fraude de los cursos de formación, en la integridad y en el caso Mercasevilla, en la rectitud y en la adjudicación de la mina de Aznalcóllar, y, en fin, por resumir y no hacer larga esta ceremonia, en la honradez y en la corrupción, hasta que la moción de censura os separe, o hasta que Susana te ponga los cuernos con Mariano después de las generales, y pacte la gran coalición con el PP?
Juan: ¡Joder, visto así!
Susana se puso blanca y comenzó a temblar.
Oficiante: ¿Cómo que visto así? ¿Quieres o no quieres?
Juan: Es que... ¿Me permite hacer una llamada?
Mientras Juan Marín sacaba su móvil del bolsillo, Susana se agarró a uno de sus asesores, que actuaba de padrino, y empezó a lanzar súplicas en voz baja.
Susana: ¡Virgen del Rocío, por lo que más quieras, que no me dé plantón!
En los escaños socialistas se desataba el nerviosismo.
Juan: ¿Albert? Albert, ¿me escuchas?... Oye, que estoy en la investidura de Susana y...
Albert Rivera: Pero, bueno, ¿todavía no le has dado el 'sí, quiero'?
Juan: Coño, es que el oficiante ha empezado a enumerar casos de corrupción y... ¿Oye, tú sabes si lo de las detenciones por los cursos de formación ha terminado ya?
Susana: ¡Virgen del Rocío, ayúdame!
Albert Rivera: ¡Y yo qué se, Juan! ¡Pero en Madrid va a empezar la Púnica II y tampoco podemos demorar más lo de Cristina Cifuentes! ¡Los plazos se nos echan encima y no nos convienen nuevas elecciones!
Mientras los parlamentarios socialistas permanecían mudos por el desconcierto, los de Podemos empezaban a mostrar gestos de satisfacción. Susana iba elevando la voz.
Susana: ¡Esperanza de Triana, dame fuerzas!
Juan: Albert, ¿y si Chaves y Griñán vuelven a...?
Albert Rivera: ¡Juan, por favor, olvídate de Chaves y Griñán!
Oficiante: Juan, no tenemos toda la tarde, ¿quieres a Susana como presidenta o no?
Juan: Un momento, un momento...
Susana: ¡Virgen del Rocío, que no me ponga de parto!
Juan: ¿Albert? ¿Albert? Aunque salgan más casos de corrupción, nosotros no vamos a presentar una moción de censura, ¿o sí?
Susana (a su padrino asesor): Oye, ¿tú sabes si la Esperanza de Triana y la Virgen del Rocío libran hoy? (El asesor se encogió de hombros).
Albert Rivera: ¡Juan, después de las generales todo es posible! ¡Da el sí ahora de una puta vez, y luego ya veremos!
Susana: ¡Esperanza Macarena, ayúdame! ¡Que este capullo diga sí de una vez, o lo despellejo aquí mismo con mis propias manos!
Juan: Oye, Susana, ¿tú me vas a poner los cuernos con Mariano después de las generales?
Susana: Pero, ¿qué dices, cariño, con lo que yo te quiero?... ¡Esperanza Macarena, sujétame!
Oficiante: Bueno, ya está bien, Juan, ¿quieres o no quieres?
Juan: Vale, sí, quiero.
Susana: ¡Gracias a Dios!
Los diputados del PSOE y de Ciudadanos, puestos en pie, empezaron a aplaudir. Alguno gritó eso de “¡que se besen, que se besen!”. La ceremonia transcurrió sin más incidentes y, después, los contrayentes pasearon su amor y su pacto por las calles de Sevilla, entre el repique de campanas y el entusiasmo del público socialista, que gritaba “¡Guapa, guapa, guapa!” a la flamante presidenta.